Carlos Ugalde Sixtos
A siete meses de haber iniciado el gobierno morenista y cuando se suponía tendría ya una mayor consolidación y afianzamiento, resulta que se han dado varias renuncias del gabinete del presidente López, ya suman más de diez. La última de ellas, apenas el 9 de julio, fue la del Secretario de Hacienda y Crédito Público, Carlos Manuel Urzúa Macías.
Las razones de su renuncia, según se puede deducir de la carta escrita por el propio Urzúa, son muy parecidas a las del exdirector del IMSS, aunque mucho más sintéticas: “Discrepancias en materia económica hubo muchas. Algunas de ellas porque en esta administración se han tomado decisiones de política pública sin el suficiente sustento. Estoy convencido de que toda política económica debe realizarse con base en evidencia, cuidando los diversos efectos que ésta pueda tener y libre de todo extremismo, sea éste de derecha o izquierda. Sin embargo, durante mi gestión las convicciones anteriores no encontraron eco.”
Y remata: “Aunado a ello, me resultó inaceptable la imposición de funcionarios que no tienen conocimiento de la Hacienda Pública. Esto fue motivado por personajes influyentes del actual gobierno con un patente conflicto de interés”. En otras palabras, aun más sintéticas todavía, en el actual gobierno se están tomando, de manera ligera y sin plena justificación, decisiones económicas que, seguramente en un corto plazo, estarán causando efectos negativos en la economía nacional y, por lo tanto, en la sociedad mexicana.
La renuncia de Carlos Urzúa pone de manifiesto lo que se pretendía mantener en secreto: que las luchas por el poder y la austeridad republicana -mas bien pobreza franciscana- dentro del gabinete están resquebrajando a la Cuarta Transformación. Ya no es un secreto que el exsecretario de Hacienda tuvo discrepancias con el jefe de la oficina de la Presidencia, Alfonso Romo, por su desbocada injerencia en los nombramientos de directivos en la banca de desarrollo y en el Sistema de Administración Tributaria, mientras que la Oficial Mayor, Raquel Buenrostro, tenía a raya, por la austeridad presupuestal, hasta al propio titular de Hacienda. Se sabe que el plan de negocios de Pemex que se presentará en estos días terminó por colmar la paciencia de Carlos Urzúa y del subsecretario Arturo Herrera.
La pregunta sería si con la sonada renuncia de Urzúa, el influyentismo va a continuar imponiendo a funcionarios que no tienen conocimiento de la Hacienda Pública. Si es así, ya podemos esperar un soberano desastre en materia económica.
Queda muy claro que el mensaje de Urzúa, además de ir dirigido a Romo, Nahle y en menor medida a Raquel Buenrostro, lleva dedicatoria especial, al jefe del gobierno morenista, al presidente López Obrador.
Por si fuera poco, el mismo martes 9 de julio, renunció también el titular de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO), Gualberto Ramírez Gutiérrez, quien llevaba en el cargo desde el sexenio de Felipe Calderón.
Así pues, ya suman once (sin contar los de segundo o tercer nivel) los funcionarios de primer nivel que han renunciado al Gobierno de la Cuarta Transformación, ya sea por “errores” cometidos por ellos mismos o por discrepancias con sus colegas avaladas por AMLO. Ante este derrumbe colosal, los mexicanos, a quienes nos preocupa el destino de nuestro país, nos preguntamos ¿Quién será el próximo?