“Has muerto, camarada,
en el ardiente amanecer del mundo.”
Octavio Paz
Ale Torres
La vida a veces es más cruel que de ordinario y nos arranca a seres entrañable. Eso ocurrió este lunes 5 de febrero cuando la fría muerte se llevó a Angélica Gasca Dávila, La China, como le llamábamos todos, así, todos, los que la conocimos, la quisimos, y la seguiremos queriendo.
La China fue un ser humano, de esos que muy de vez en vez aparecen en la vida, era menudita, alegre, estricta y seria con su pensamiento y con sus compromisos, con una calidad humana que, también, sólo se encuentra muy de vez en vez. Lo mismo socorría a jóvenes que fueron arrastrados por el alcohol o las drogas y después de un buen regaño les proveía algo de comer; daba alimento a algún viandante que ese día no tenía para comer; cobijaba al que tenía frio, en fin, le lastimaba el dolor humano, pero no se quedaba contemplando la desgracia, acudía en contra de ella y la encaraba, luchó por la construcción una nación más justa y más equitativa.
Líder natural de sus compañeros de trabajo, de sus hermanos de la vida, de sus hermanos de sangre, el comercio ambulante fue su vida. Ahí la encontró Antorcha, ahí se hizo antorchista. Su definición como militante activa ocurrió cuando fue detenida por una aparente falta administrativa, después de acudir a la celebración del 40 aniversario del Movimiento Antorchista Nacional (MAN), el 28 de septiembre de 2014, en el Estadio Alberto “Chivo” Córdoba en Toluca, junto con más de 50 mil de sus compañeros.
Los hechos. Después del evento mencionado, los inspectores de Vía Pública intentaron detener a su hija, al tratar de evitar el atropello, le cayeron una veintena hombres corpulentos y la pusieron a disposición del Ministerio Público por agresión y resistencia a la autoridad, el funcionario le negó su derecho de pagar de forma económica su falta, “hay órdenes de arriba”, fue su argumento y en menos de lo que esto escribo ya estaba en el centro penitenciario en Almoloya, como si se tratara de un criminal torvo y despiadado. En el interior del penal ya había un comité de recepción con fines explícitos de causarle daño, su bondad en las calles le valió ser identificada y, también, salir con vida con el apoyo de reclusas que no olvidaban la bondad de su persona en las calles.
“Me detuvieron y encerraron por ser antorchista, pues ahora voy hacer más…”, fueron sus palabras al salir de la cárcel que no se merecía. El tiempo, sus compañeros, fuimos testigos que cumplió al pie de la letra su sentencia.
Persecuciones, confiscación de su mercancía, encontrar un “huequito” donde vender sus mercaderías, enfrentar funcionarios insensibles o líderes de organizaciones que compiten por los espacios inducidos por una autoridad complaciente con la venalidad, con tal de no dejar pasar a Antorcha, ver por la salud de sus compañeros y familia, eran sus actividades cotidianas, las cumplió sin descanso, poniendo en riesgo su salud misma.
El tiempo y su aplicación en el estudio, la convenció que su falta de preparación académica no era limitante para hacerse respetar por las autoridades, para ser la dirigente que los comerciantes necesitaban, alguien salido de sus entrañas mismas, que supiera de sus sufrimientos, que los entendiera. Empezó a ser reconocida por su trabajo y le valió estar en la línea de los dirigentes antorchistas, dejó un espacio difícil de llenar.
Su última batalla. El domingo 28 de enero estaba muy preocupada por el operativo (redada) que la administración municipal de Toluca realizó en contra del crimen organizado por el cobro de piso, en la zona de la terminal de autobuses, pero “la verdad sólo se fueron en contra de los comerciantes, hubieron como 35 detenidos, 3 de ellos son de antorcha, también se llevaron a gente que sólo iba pasando”, fue su mensaje en conocida red social, por aparte comentó la “amable” llamada de un funcionario municipal y su “invitación” a no intervenir.
La China comprendió que su lucha no se debía limitar a la defensa de sus compañeros y de ella misma de su derecho a ejercer el comercio como “convenga a sus intereses”, entendió que son millones de mexicanos que viven en las mismas o peores condiciones que ella y sus correligionarios, que hay una causa en el fondo que provoca la injusta distribución de la riqueza e hizo compromiso, como al salir de Almoloya, de dar todo de sí, de luchar con más tesón, de aplicarse al estudio, de contribuir para fortalecer de su querida Antorcha, “porque yo quiero a Antorcha, porque es la que nos ha defendido, porque es la que nos ha enseñado a luchar”. Ya no más La China, ya no más Angélica Gasca Dávila, se fue dejando una herencia de lucha que estamos obligados continuar si verdaderamente queremos honrar su memoria.