Por su destacada trayectoria en el ámbito de las artes y sus aportaciones a la cultura musical de México y América Latina, la Universidad Autónoma del Estado de México, por acuerdo del H. Consejo Universitario, entregó el Doctorado Honoris Causa al compositor Arturo Márquez, en ceremonia donde el rector Jorge Olvera García destacó la magnífica y trascendental obra del músico originario de Álamos, Sonora, luego de imponerle toga, muceta, birrete y venera.
En el Aula Magna “Lic. Adolfo López Mateos” del Edificio de Rectoría, el rector de la Máxima Casa de Cultura mexiquense refirió que Arturo Márquez, a quien calificó como “batuta revolucionaria y de alta personalidad sonora”, se ha dedicado al arte y a la educación por medio de la música.
Esto, consideró, lo ha convertido en un revolucionario ejemplar, cuyo actuar ha trascendido a la evolución y marcado una línea en la cultura del país; por ello, por primera vez, esta casa de estudios otorga su máximo reconocimiento a un músico y compositor.
Acompañado por servidores universitarios, Jorge Olvera comentó que también es la primera vez que una institución en México reconoce con el Doctorado Honoris Causa a Arturo Márquez, “un hombre que pertenece a la estirpe de los libres, de los genios, cuya música es un homenaje al pueblo de México y hace honor a personajes ilustres, como Zapata, Juan José Arreola y Diego Rivera, entre otros”.
Jorge Olvera García aseguró que la obra del músico reconocido en 2009 con el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Bellas Artes refleja el México progresista que se requiere, pues revoluciona conciencias, enriquece el alma y transforma el humanismo; por ello, instituciones como la Universidad Autónoma del Estado de México tienen la importante tarea de resaltar la creatividad y el conocimiento.
Luego de ser investido por el rector de la UAEM, Arturo Márquez, acompañado por familiares y amigos, se dijo convencido de seguir creando música, “pero sobre todo de seguir creando conciencia sobre la urgencia de participar en la búsqueda de la felicidad de los niños y los jóvenes mexicanos”.
El autor de obras que hoy se encuentran en el repertorio universal de la música latinoamericana, como Leyenda de Miliano, En clave, Son a Tamayo, Danzones 1-8, Danza de Mediodía, Máscaras, Espejos en la Arena, Cantata Sueños, De Juárez a Maximiliano, El Nereidas de Dimas, Guelaguetza Sinfónica y De Sol a Sol, entre otras, consideró que el mejor camino para ello es la educación y una herramienta para conseguirlo es la música, conjuntamente con la práctica de valores para tener mejores seres humanos.
Antes, en el Patio del Cincuentenario del Edificio de Rectoría, el ahora Doctor Honoris Causa por la UAEM dirigió la Orquesta Sinfónica Juvenil de la UAEM, que interpretó Danzón Número 2, una de sus obras magistrales; al regresar al Aula Magna, aseveró que “quienes fueron privilegiados con tener algún tipo de educación deben apoyar este esfuerzo, pues para muchos el privilegio de la educación se niega, se politiza, se pierde y se olvida del objetivo principal, que es el niño”.
“Sueño que cada niño tenga las oportunidades de educación y tengan el gran privilegio de sentir la emoción de un cálido reconocimiento, como el que hoy me otorga la Universidad Autónoma del Estado de México”, dijo Arturo Márquez.
Al término del evento y luego de signar el Libro de Visitantes Distinguidos de la Universidad Autónoma del Estado de México, acompañado por las autoridades universitarias, encabezadas por el rector Jorge Olvera García, el Doctor Honoris Causa Arturo Márquez se trasladó nuevamente al Patio del Cincuentenario para deleitar a los universitarios con algunas de sus obras.
Arturo Márquez nació el 20 de diciembre de 1950. Sus primeros estudios musicales (1965-68) los realizó en Los Ángeles, California; de 1970 a 1975 estudió piano con Carlos Barajas y José Luis Arcaraz en el Conservatorio Nacional de México; en 1976 ingresó al Taller de Composición del INBA y estudió con Joaquín Gutiérrez Heras, Héctor Quintanar, Federico Ibarra y Raúl Pavón; en 1980 el gobierno de Francia le otorgó una beca por dos años para estudiar en París con Jacques Castérède.
Entre 1988 y 1990 la Fundación Fulbright le otorgó una beca para realizar una Maestría en Artes en el Instituto Californiano de las Artes (Cal Arts), donde estudió con Morton Subotnick, Mel Powell, Lucky Mosko y James Newton.