Por Julio Requena
Varios periodistas nos dimos cita en la Ciudad de México para recordar el 35 aniversario de la muerte de Manuel Buendía Téllez Girón, donde dos cosas quedaron de manifiesto: recuperar su legado en la lucha por la profesión y unirnos ante cualquier embate, problema o situación por la que están pasando los medios de comunicación y sus actores principales que somos los periodistas.
En el foro, llevado a cabo a la sombra de la estatua de Francisco Zarco, plaza seleccionada para tal efecto se dijo que: Cuando se ataca a un periodista o peor cuando se le asesina se impide el libre flujo de información, lo cual lo convierte en un asunto de la Democracia porque sin información amplia y rigurosa la ciudadanía se ve impedida de participar en el debate público y se obstaculiza su participación cívica.
La protección integral de los periodistas es una obligación del Estado no sólo porque su primera responsabilidad es garantizar la vida y seguridad de toda la población -incluidos los periodistas-, sino porque debe garantizar las condiciones necesarias para un sano intercambio y resolución de los conflictos, desarrollar sociedades dinámicas, plurales y respetuosas.
Los periodistas hemos sido víctimas de la peor violencia que es la revictimización y la impunidad propiciada desde gobiernos corruptos y cómplices. Un giro electoral otorgó una legitimidad a la presidencia de la república que hace demasiado sexenios que no veíamos, la transición no está resultando fácil.
Ahora existe un discurso erosiona la legitimidad del periodismo como contrapeso del poder político, económico y como elemento central de la democracia. Tener un presidente que se dice comprometido con la libertad de prensa y con la protección de los periodistas, pero que los denosta sistemáticamente llegando al límite de referirse a ellos como el hampa del periodismo.
La historia de la prensa mexicana tiene episodios de sobra para argumentar en este sentido, se ha dicho y se ha dicho con razón es que no se trata de juicios del presidente de la República sino de algún tertuliano y expresiones de opinólogos.
Se recordó que, el 4 de diciembre de 2017 en un desplegado 39 empresas periodísticas aceptaron públicamente su responsabilidad en la protección de periodistas y dijeron que debían dar un mayor seguimiento a los casos afectados por la impunidad. Plantearon la urgencia de fortalecer los estándares éticos y mecanismos institucionales en el ejercicio del periodismo en amplios sectores de nuestra realidad empresarial y gremial.
La prensa mexicana que firmó ese desplegado, por fin reconoció que las malas condiciones laborales, la falta de capacitación y el deterioro ético de la profesión son en sí mismos factores sociales de riesgo. La mayor parte de las empresas periodísticas no protegen a sus periodistas ni dan seguimiento a los crímenes contra el gremio ni cuentan con mejores estándares éticos y profesionales y empresariales. En lugar de eso se dedicaron todo el año pasado y lo que va de este a cerrar medios y a despedir asientos sino es que miles de periodistas sin siquiera la liquidación de ley.
Algunos de los dueños de los medios no son periodistas ni siquiera empresarios mediáticos. Son parásitos de un sistema en descomposición; claro, existen no sólo excepciones sino que han surgido y siguen brotando iniciativas periodísticas de gran nivel profesional y de Gran pertinencia social que merecen seguir volteando a verlos.
En este contexto, nosotros los reporteros, editores, fotógrafos periodistas somos los primeros que debemos hacernos cargo de nuestra seguridad, de la responsabilidad de asumir conductas y protocolos para nuestra protección personal y la de nuestro entorno inmediato.
Es urgente hacer periodismo profesional. Por lo pronto, estemos alertas ante más ataques, éstos ni de lejos han tocado fondo. Debemos distinguir el escrutinio y la crítica de la descalificación y la desinformación pero sobre todo recordemos que el periodismo se defiende con periodismo, con más y mejor periodismo.