
Por supuesto que todo esto es por “la justicia”, por “la democracia” y por “las causas estudiantiles”, ¿verdad? Qué ingenuidad sería pensar que los paros recientes en la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMéx) tienen algo que ver con intereses personales, cálculos políticos o, peor aún, con la vieja práctica del chantaje. ¡No señor! Esto es una revolución, dicen los del “Enjambre”, aunque huelan más a manual de agitador frustrado que a estudiantes con convicciones reales.
Lo que ocurrió esta semana es la prueba de que el teatro ya no da para más. Los estudiantes de la Facultad de Medicina, tras semanas de paro, decidieron que ya era hora de volver a clases. Qué imprudencia, querer estudiar. Qué falta de sensibilidad revolucionaria, querer entregar un pliego petitorio a la nueva rectora, Patricia Zarza Delgado, y buscar un diálogo abierto. ¡Cómo se atreven a no obedecer las órdenes del “Enjambre”!
Y entonces, como buenos portavoces de la democracia estilo pataleo, los del ala más radical —principalmente de Ciencias Políticas y Humanidades, porque claro, nadie puede dictar mejor cómo vivir que los aprendices de politólogo y filósofos a ultranza— lanzaron la amenaza: “Si se atreven a dialogar, reventamos la reunión”. Un mensaje que, por supuesto, transpira civilidad y vocación de entendimiento.
Porque lo que realmente quieren no es mejorar la universidad, ni más becas, ni mejores condiciones. No. Quieren que la rectora firme, con tinta y vergüenza, un documento donde se declare ilegítima a sí misma. Un acto simbólico que no cambiaría nada salvo satisfacer el ego inflamado de quienes perdieron en el proceso y no lo saben aceptar. Un berrinche estudiantil, en resumen.
Ante semejante “oferta de paz”, la rectora hizo lo correcto: posponer el diálogo. Porque mientras el chantaje se disfrace de causa y la amenaza se venda como protesta, no hay posibilidad de construir nada. Y aún así, en este clima hostil, ya hay avances: cinco espacios han levantado el paro. Aunque 17 siguen secuestrados por la consigna de “todo o nada”, incluyendo varias unidades académicas.
Pero no se engañe nadie. Esto ya no es una lucha estudiantil, es una puesta en escena. El paro ha dejado de ser un medio legítimo para convertirse en una palanca de presión de unos cuantos que juegan a la revolución, aunque a costa de la educación de miles. No defienden derechos, exigen privilegios; no buscan diálogo, piden sumisión.
En una universidad que necesita evolucionar, reflexionar y resolver, este tipo de farsas solo retrasan el verdadero cambio. Hay que empezar a distinguir entre activismo y oportunismo. Entre quienes quieren transformar la universidad y quienes la usan como trampolín para algo más. Porque la educación no se defiende bloqueando salones ni imponiendo verdades a gritos.
La comunidad universitaria merece soluciones, no simulacros. Y a los agitadores de pasillo, esos que se dicen defensores del pueblo mientras reparten amenazas, convendría recordarles que la UAEMéx no es su feudo ideológico, ni su campo de entrenamiento para futuras campañas. Es una institución académica. Y no se juega con el futuro de miles solo porque no les gustó quién ganó.