- Conocen al municipio de Tenancingo como cuna del rebozo mexiquense.
- Utilizan más de 4 mil hilos para elaborar una de estas piezas tradicionales.
Tenancingo, Estado de México.- El municipio de Tenancingo es conocido por ser la cuna del rebozo, prenda textil que goza de un alto valor simbólico y referente de la vestimenta femenina, tradición heredada de generación en generación, entre las familias de este municipio y que aún se dedican a elaborar tan reconocida pieza artesanal.
Más de cinco décadas respaldan la trayectoria del rebocero Adolfo García Díaz, uno de muchos artesanos que siguen dedicados a la elaboración de esta prenda que le da identidad al Estado de México.
El maestro del arte popular mexiquense ha dedicado su vida a la elaboración y preservación de esta pieza, que coloca y enaltece al Estado de México, a pesar de estos momentos difíciles porque las nuevas generaciones no siempre les gustan dedicarse a esto y muchas personas no valoran el precio de su trabajo.
Detalla que aprendió el oficio de su papá al comenzar a ayudarlo en telares de otate o telar de cintura, donde poco a poco tomó cariño a esta actividad, adquiriendo su primer telar a los 17 años.
En su domicilio se encuentra su taller donde refiere que en sus telares ha realizado una infinidad de prendas con más de 4 mil hilos para su elaboración.
Adolfo señaló que se pueden realizar en telar de pedal y algunos en telar de cintura, cabe destacar que los rebozos hechos en telar de cintura adquieren mayor valor por el trabajo que se hace en ellos, y reiteró que el proceso sigue siendo artesanal desde que compra la materia prima como son los hilos de algodón.
Relató que la confección inicia con el devanado de hilo y lo coloca en carretes para empezar a urdir el veteado o fondo. Posteriormente, el urdido de tela, que define el ancho y largo del rebozo, prosigue con el boleado donde tuerce los cordones y les agrega un líquido natural, para que el hilo endurezca, lo que facilitará el amarre.
El amarre sirve para que no penetre la tinta, de manera que el jaspe o granizado queda de diferente color al resto del cordón, se amarra, después de hacer el veteo, donde el fondo del rebozo y las puntas se tiñen al mismo tiempo.
Después se desata la tela y quitan los amarres que protegieron los hilos para dar paso al tejido y finalmente al empuntado.
Éste es un trabajo familiar que comparte con su esposa María del Carmen López, su hijo Luis Ángel García, un nieto y colaboradores que tiene en su taller, por lo que a través de la enseñanza se esfuerza para rescatar este oficio del olvido.
Los rebozos de Tenancingo tienen diferentes diseños y colores que pueden ser desde un palmeado, doble labor, de bolita, jaspeado, granizado o de aroma.
El maestro Adolfo forma parte de la Escuela del Rebozo de su municipio, un espacio donde busca que las nuevas generaciones no olviden esta hermosa tradición y se inculque el amor hacia la actividad de tejer rebozos.