En estos tiempos en los que la evaluación magisterial ya está en marcha y donde los profesores examinados tenían hasta el 7 de noviembre para subir o compartir sus evidencias escolares o podrían ser sancionados por la SEP o las autoridades educativas estatales, llama poderosamente la atención el tema de evaluar también a las organizaciones sindicales de maestros para saber si están cumpliendo su función a la altura de las exigencias que se tiene para los docentes en lo individual.Hay que entender esta evaluación como un concepto de evaluación grupal, es decir, con el presente proceso se está examinando a los maestros en lo individual, su función frente a grupo y su capacitación para impartir educación de calidad, sin embargo, habría que pensar en una evaluación grupal de los maestros, que puede empezar por su vida sindical pues en ella radica su contrato colectivo de trabajo.
Ciertamente, hoy los sindicatos están ya más familiarizados con la transparencia y la rendición de cuentas que no había hace algunos periodos, pero no han pasado por un proceso de evaluación ni siquiera de comparación entre los actuales dirigentes y sus antecesores, por lo que los docentes no tienen claro cuál es el avance gestión tras gestión.
Entrega de becas, de estímulos, de pagos por diferentes conceptos los han hecho todos los dirigentes; se hacen cada año casi en las mismas fechas; pero, dónde radica la diferencia entre unos y otros, cuál fue mejor, cuál no ha hecho nada fuera de lo común y se ha conformado con administrar el tiempo y los recursos sindicales.
Es claro que antes de evaluar a los Sindicatos Magisteriales hay que coincidir en los parámetros o renglones a evaluar de tal forma que dicha evaluación sea para mejorar su funcionamiento y no solo para exhibir a los malos dirigentes ante la opinión pública, pues los mismos profesores federales o estatales coinciden que la evaluación no debe ser punitiva, es decir, para castigar, prefieren que sea para corregir.
También dicen es necesario no solo quedarse en el ‘aplausometro’ pues aunque es muestra de simpatía y carisma del liderazgo, no en todos los casos es señal de eficiencia y entrega de resultados hacia los maestros.
Dicen que el pez por la boca muere y en este caso para la evaluación sería importante conocer el plan de trabajo de los sindicatos magisteriales, pero que dichos planes cuenten con metas, plazos y responsables para poder ver si se están cumpliendo en tiempo y forma los objetivos de mejorar o de multiplicar los beneficios hacia los docentes.
Un ejemplo claro es cuando un dirigente menciona que se trabajará para sistematizar la capacitación y profesionalización del magisterio para enfrentar con éxito la evaluación oficial. Pero cómo, en qué plazos, con qué acciones, a cuántos profesores se puede ayudar, capacitar o mejor, cuál es la garantía.
Sobre todo cuando los anteriores líderes hablaron de la creación de un Instituto de Capacitación y Profesionalización para el magisterio y los actuales actores sindicales parecieran abandonar este proyecto y solo optar por acercar algunos cursos de manera consecutiva a los docentes.
A quien evaluar mal, al que se fue, por mentir sobre un proyecto que no se iba hacer o al nuevo, por no asumir como suyo un proyecto que seguramente no conoce.
Qué parámetros reales y medibles sugieren los actuales maestros sobre sus propias dirigencias? Algunos hablan del comparativo de los aumentos salariales alcanzados año con año, desde hace por lo menos 15 años; algunos de los estímulos que se entregan, a quiénes se los entregan y si realmente tienen un impacto en la calidad de vida de los profesores; otros prefieren que la evaluación sea en aspectos más abstractos como la no sumisión ante el poder, el nivel alcanzado como interlocutores de tú a tú, pero sobre todo para crear nuevos beneficios para el magisterio.
También hay quienes sugieren evaluar a sus sindicatos por medio de los posicionamientos que tuvieron ante la Reforma Educativa, pues muchos de ellos pudieron salir más fortalecidos que otros, pero en sí este sería un examen de aptitud y actitud ante lo inevitable, pues el embate vino desde el gobierno federal y su dependencia educativa: la SEP.
Así las cosas son los maestros quienes tienen los mejores puntos de vista sobre lo hecho y lo dejado de hacer, ahora solo bastaría consensuar dónde asentar dicha calificación y cuándo hacerla valer para que los actuales dirigentes tomen nota.