La Iglesia respeta a las personas que experimentan una atracción hacia el mismo sexo y los acoge con respeto y delicadeza: “se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición” (Catecismo de la Iglesia Católica 2358).
Así lo comentó en el obispo de Toluca, Francisco Javier Chavolla Ramos, quien reconoció que, ante el dictamen de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la Diócesis de Toluca quiere, en primer lugar, manifestar su respeto a las autoridades civiles e instituciones, que en la misión y servicio que tienen encomendado realizan.
Aclaró que, la Iglesia no los rechaza sino, como hace con toda persona, los invita a vivir el proyecto y designio original de Dios, pues ella está llamada a cumplir su misión y anunciar la Buena Nueva a todos. La Iglesia tiene el gran reto de amar y respetar a todas las personas, valorarlas por lo que son, pero también llevar a cabo su misión siendo fiel al Mensaje de Jesús.
“Si bien valoramos que nadie deba ser objeto de discriminación, tal como lo consigna el artículo primero constitucional, esto no significa que deba modificarse la esencia del matrimonio, ni que se olvide el espíritu del Constituyente que en el artículo cuarto, primer párrafo de la propia Ley Fundamental reconoce la igualdad del varón y la mujer y establece el deber legal de proteger el desarrollo y organización de la familia”, acotó.
El clérigo explicó que, la visión antropológica de la Iglesia se basa en la nupcialidad y la esponsalidad. “La naturaleza nupcial del ser humano consiste en tres elementos fundamentales que son: la diferencia sexual, la vocación y capacidad para el amor, la fecundidad y la fertilidad. La esponsalidad consiste en vivir el amor en forma de una donación total que incluye el cuerpo mismo de la persona”, añadió.
Chavolla Ramos sostuvo que, así, los esposos, por medio de la recíproca donación personal, propia y exclusiva de ellos, tienden a la comunión de sus personas, que implica el ejercicio de la facultad sexual y así se perfeccionan mutuamente para colaborar con Dios en la generación y educación de nuevas vidas, viviendo así el don de la paternidad y la maternidad.