LA BELIGERANCIA DE LOS DERROTADOS

Por Julio Requena

El PRI y el PAN en el Estado de México viven en una negación permanente. Se aferran a un espejismo de poder que se desmoronó hace tiempo, negándose a aceptar su condición de partidos derrotados. A nivel nacional, apenas gobiernan el 27% de los municipios y, sin embargo, actúan como si su hegemonía siguiera intacta. En el Estado de México, el golpe fue aún más severo en 2024 con la victoria de Morena y sus aliados, pero en lugar de reconstruirse como una oposición seria, insisten en la beligerancia sin rumbo.

Lo más absurdo de su crisis es que, en su delirio, PRI y PAN ahora se plantean la posibilidad de ir cada uno por su cuenta en la próxima contienda electoral, como si separados pudieran lograr lo que juntos no consiguieron. Enrique Vargas, desde el PAN, se obstina en venderse como la única opción viable para 2027, cuando su propia dirigencia enfrenta fracturas internas y una pérdida de base social evidente. Cristina Ruiz, al frente del PRI mexiquense, intenta sostener una estructura que se resquebraja, con cuadros que solo esperan el momento adecuado para abandonarla o disputarle el control.

Lo que estos partidos no quieren ver es que el viejo orden ya no existe. Hoy, el Partido Verde y el PT gobiernan más municipios que el PRI o el PAN, un dato impensable hace apenas unos años. Esto no es producto de la casualidad, sino de la incapacidad de los otrora partidos dominantes para adaptarse a la nueva realidad política. Sus discursos caducos y su falta de autocrítica los han llevado a perder relevancia incluso frente a sus antiguos aliados menores.

Dentro de sus propias filas, la inconformidad crece. Hay liderazgos que han optado por el silencio estratégico, esperando que el tiempo y los fracasos de Vargas y Ruiz allanen el camino para un relevo. Saben que el desgaste será inevitable, y que la tozudez de quienes hoy se aferran al control solo profundizará la crisis.

El Estado de México ya no es el bastión priista que durante décadas se dio por hecho, ni es el territorio donde el PAN podía hacer cálculos alegres con miras a una eventual recuperación. Mientras sigan negando su debacle, la 4T seguirá consolidando su dominio sin resistencia real.

PRI y PAN no solo fueron derrotados en las urnas; fueron rebasados por la historia. Pero en su ceguera política, aún creen que pueden jugar a ser vencedores.