LA DESESPERACIÓN DEL PRI: AHORA SÍ QUIEREN CAMINAR LAS CALLES

Durante décadas, el PRI en el Estado de México se caracterizó por su arrogancia y su distancia con la ciudadanía. Sus líderes, encumbrados en camionetas de lujo y rodeados de un ejército de asesores, decidieron ignorar a la base que en su momento los hizo fuertes. Gobernaron desde lo alto de sus tarimas, protegidos por vallas y lejos del contacto real con la gente. Sin embargo, ahora que han sido desplazados por la voluntad popular, pretenden reivindicarse con un discurso vacío que ya no tiene eco en la sociedad mexiquense.

Resulta irónico que, después de perder el poder y la credibilidad, la cúpula priista anuncie que saldrá a caminar las calles en un intento por acercarse a la ciudadanía. No lo hicieron cuando tenían recursos, cuando eran gobierno, cuando realmente podían haber construido una relación de cercanía y confianza. Ahora, en un claro acto de desesperación, buscan simular un contacto que jamás les interesó mientras disfrutaban de los privilegios del poder.

La verdad es que no les queda de otra. Sin recursos para pagar espectaculares, sin dinero para inundar redes sociales con campañas artificiales y sin la capacidad de organizar eventos multitudinarios con templetes que los mantuvieran a salvo de la gente, el PRI ha sido obligado a hacer lo que nunca quiso: caminar las calles. Pero lo hacen tarde, con una ciudadanía que ya les dio la espalda y que encontró en Morena una alternativa real de cambio.

Si el PRI realmente hubiera querido escuchar a la gente, lo habría hecho cuando aún gobernaba. Pero en su soberbia, pensaron que el pueblo seguiría apoyándolos por inercia. No vieron venir la debacle, se alejaron de su base, dejaron a un lado la consulta y la cercanía real. Hoy, su intento de reconectar luce más como un acto de supervivencia que como una estrategia genuina de cambio.

El priismo mexiquense se encuentra en un laberinto sin salida. No tiene credibilidad, no tiene poder y, lo más importante, no tiene el respaldo popular. Su repentina disposición a caminar las calles no es un acto de humildad, sino una confesión de su derrota. El PRI ya no impone, ya no convence, ya no compra. Y eso, en un partido acostumbrado a ganar a cualquier costo, es la peor noticia de todas.