Por Aquiles Córdova Morán
Los antorchistas nos hemos cuidado siempre de no chocar con alguna de las organizaciones que se autodefinen como defensoras de los intereses de las clases trabajadoras del país, y la razón es simple: solo un enemigo declarado de los intereses populares, o un estúpido de solemnidad, puede pensar que el peor enemigo de las masas empobrecidas puede hallarse entre los otros grupos que luchan seriamente por defenderlas. Una metida de pata de tal envergadura, no cabe en la cabeza de ningún antorchista, sea líder de algún nivel o un simple militante de base.
Pero es claro que las otras organizaciones no piensan lo mismo, sobre todo en relación con el Movimiento Antorchista Nacional. Puede probarse con hechos que esas organizaciones (quizá sea más justo decir sus líderes) no tienen ningún conflicto de conciencia cuando se suman de buena gana a la campaña de calumnias, injurias soeces y acusaciones gratuitas, que vienen desarrollando desde hace años los medios de información masiva y algunos columnistas y articulistas, en contra nuestra. Y hay que subrayar que unos y otros nos atacan de modo absolutamente irresponsable y gratuito, sin ninguna prueba creíble y saber nada concreto acerca de nosotros.
Aquí va una lista (que no pretende ser exhaustiva) de las enormidades que se han venido propalando durante años por los medios informativos y que algunas organizaciones sociales hacen suyas cuando vienen de opinadores de mayor prestigio. Chantajistas, impostores, falsos líderes que lucran con la pobreza de la gente, manipuladores desvergonzados de la ignorancia y la necesidad de los pobres, mercenarios que solo buscan obtener dinero en nombre de la lucha social, invasores de terrenos y viviendas, violadores contumaces de los derechos de terceros, perturbadores de la paz pública, grupo de choque y brazo armado del PRI son algunas destacadas perlas del collar de lodo y excremento que nos han colgado al cuello nuestros malquerientes gratuitos.
Debo insistir en que los líderes de muchas organizaciones sociales, cada vez que tienen necesidad de deslindarse radicalmente para que no los confundan con nosotros, o cuando consideran que es un buen recurso para ganarse el favor y la simpatía de los funcionarios, hacen suyo sin ningún escrúpulo todo este cúmulo de porquería mediática que nos han arrojado encima y, además, por su propia cuenta nos acusan de corrompidos favoritos del priismo rampante, que nos ha dado “ríos de dinero” ilegítimo mientras que a ellos se les niega, dicen, hasta lo más elemental. Y tampoco las acusaciones que van por su cuenta son respaldadas con alguna prueba atendible. No hace falta, parecen decir con sus hechos, pues todo mundo sabe lo que son y a qué se dedican. A pesar de semejantes agravios, nosotros nos hemos atenido hasta hoy a lo que dije al principio: nuestro peor enemigo no está, no puede estar entre esas organizaciones.
Pero en el gobierno de la 4ªT, los antorchistas estamos sufriendo una nueva embestida apoyada en una acusación nunca antes formulada por nadie, ni siquiera por nuestros peores y más inescrupulosos detractores. El presidente López Obrador nos acusa, un día sí y otro también, de ser “intermediarios, ladrones y corruptos” que se han quedado con los “moches” a los programas de transferencia de dinero en efectivo a los pobres, “moches” o robos con los cuales los líderes antorchistas nos hemos enriquecido, asegura. De nada ha servido que llamemos la atención del presidente sobre un hecho simple y fácil de comprobar: que ni nosotros ni (¡ojo, señores líderes del FAC!) ninguna otra organización popular, hemos manejado nunca directamente ese tipo de programas y, por tanto, no pudimos haber obtenido ningún “moche” de los mismos. López Obrador finge sordera y sigue atacándonos, porque necesita esa mentira para “demostrar” que dar dinero a los pobres es la manera más sabia de sacarlos de su pobreza, y que si en el pasado esa política fracasó, la culpa es de los “moches” cometidos por los líderes ladrones que se quedaban con parte del dinero.
Hasta antes de ahora, los líderes de organizaciones como las del FAC aplaudían como focas el ataque en nuestra contra, creyéndose blindados por ser simpatizantes de la 4ªT y porque los medios los respetan y dan de ellos, siempre, una imagen favorable. Y el presidente lo sabe. Pero en estos días la ilusión se terminó: López Obrador les aclaró, con la rudeza que lo caracteriza, que la supresión de “intermediarios corruptos” es radical y va contra todos, sin excepciones de ninguna clase. ¡Fuera intermediarios corruptos! es su consigna. Con sorpresa, las organizaciones del FAC optaron primero por una lastimera diplomacia: haciendo exageradas genuflexiones verbales al presidente, le solicitaron una “mesa de diálogo” donde exponer sus demandas y puntos de vista sobre el campo. La respuesta fue el desaire y la negativa. Decidieron, entonces, con una audacia que a ellos les debe parecer heroica, manifestarse en el zócalo de la CDMX y, de no obtener lo que buscaban, instalarse en plantón permanente en el mismo zócalo. En esas están, pero lo único que ha logrado es radicalizar el discurso presidencial y redirigirlo claramente hacia el FAC.
En este clima de malestar, el portal “24 Horas” de fecha 22 de julio, informó: “Al medio día cientos de campesinos agrupados en las organizaciones que conforman el FAC marcharon del Hemiciclo a Juárez rumbo a la Plaza de la Constitución donde comenzaron a instalar sus campamentos. Frase: «Si el presidente conoce a ese tipo de organizaciones, que las cite por su nombre, que no generalice. Si lo dice por Antorcha Campesina y la Confederación Nacional Campesina (CNC) –pertenecientes al PRI– que lo diga»: Marco Antonio Salas, dirigente de la CODUC”. El diario “La Jornada” recogió la nota en términos similares. Es decir, los señores del FAC vuelven a las andadas atacándonos sin tener necesidad ni pruebas para hacerlo; pero ahora su ataque, queriéndolo o no, viene a reforzar la campaña del presidente en contra nuestra y, por tanto, muy a nuestro pesar, no podemos quedarnos callados. Va nuestra defensa legítima.
El ataque del representante del FAC que transcribimos, pone de relieve varias cosas interesantes. En primer lugar, la soberbia de los líderes, de la cual ya hablamos. Esa soberbia y sobrevaloración de sí mismos y de lo que realmente representan, fue lo que les impidió sospechar siquiera que López Obrador los consideraba igualmente corruptos y desechables que Antorcha Campesina y la CNC, hacia las cuales pretenden desviar el ataque presidencial. Pero ya el propio López Obrador se encargó de sacarlos de su error: los exhibió sin miramientos hablando de “sus camionetotas, sus botas vaqueras, cinturón piteado, camisas a cuadros, joyas y tejanas de lujo”. Son agricultores nailon, dijo, y eso en mi gobierno se acabó, que lo entiendan todos, remachó. ¿Así o más directo, señores del FAC?
El ataque delata, en segundo término, la pobreza lógica e ideológica, la mezquindad y la estrechez de miras de los líderes del FAC. Pobreza lógica e ideológica: si López Obrador lanza el mismo ataque, en casi los mismos términos, a todas las organizaciones populares, incluido el FAC como ellos mismos reconocen, no se entiende por qué piensan, como lo manifestaron en su conferencia de prensa, que el ataque es falso si se refiere a ellos, pero es cierto cuando se dirige a Antorcha Campesina y a la CNC. ¿Por qué? Porque ese ataque coincide con los prejuicios que ellos mismos alimentan hacia nosotros. El error de todo sectario de una religión, decía Marx, consiste en sostener que todos los dioses son falsos, menos el suyo. ¿Por qué? Porque es el suyo y él no puede estar equivocado. Mutate nómine de te fabula narratur (con distinto nombre, de ti habla la fábula).
Mezquindad: los líderes del FAC pretenden salvarse, o al menos salvar la cara si no logran convencer a López Obrador, entregando nuestra cabeza a cambio. Y se consuelan fingiendo creer que todo lo malo que de nosotros se ha dicho es verdad y que merecemos el maltrato presidencial. Es decir, quieren salvarse entregando al verdugo a un reo que saben inocente, y de ese modo, hacerse perdonar sus propios pecados. Y es una villanía y un acto de cobardía mal disimulada, denunciar y entregar, a cambio del propio pellejo, a quien, en recta justicia, ningún mal les ha hecho. Además de que no tienen ningún derecho para disponer de vidas ajenas, por muy superiores a ellas que se sientan.
Estrechez de miras: el FAC está en lucha, en plantón y, quiéralo o no, bajo el mismo fuego del mismo enemigo que los antorchistas. Y en vez de tender la mano solidaria a sus hermanos de infortunio y, de ese modo, reforzar el frente de lucha que debería ser uno, prefieren rebajarse ante el opresor común creando división en su propio campo y arrastrando en su caída a sus posibles aliados naturales. ¡Pobre FAC! si, después de tal suicidio moral, no consigue la conmiseración, la lástima de López Obrador. Nosotros, los Antorchistas, no nos humillaremos ni agacharemos la cabeza. Lucharemos con entereza y dignidad hasta donde lo permitan nuestras fuerzas, y llamamos al FAC (sobre todo a sus bases) a que se den cabal cuenta de que, si como organizaciones somos distintos, como clase oprimida somos lo mismo, y sobre esa base podemos y debemos unirnos, en vez de atacarnos y dividirnos poniendo nuestras cabezas en bandeja de plata al perseguidor común.