




Por el momento, la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMéx) vive uno de sus procesos internos más intensos y observados de los últimos años. De acuerdo con la encuesta más reciente de la casa especializada ThinkFlow, el escenario por la rectoría ha comenzado a despejarse: la contienda real es entre dos mujeres, Eréndira Fierro y Laura Benhumea.
Ambas aspirantes encabezan las preferencias universitarias con una diferencia mínima de apenas 3 puntos porcentuales entre sí. Muy por debajo se ubican Patricia Zarza y María José Bernaldez, mientras que el resto de las aspirantes ni siquiera logra figurar en el mapa de competencia. La tercera posición se encuentra a 6 puntos del primer lugar, lo que refuerza la idea de una disputa claramente polarizada.
Si bien los resultados de esta encuesta deben tomarse con la debida reserva —como ocurre con cualquier medición en un entorno complejo y dinámico como el universitario—, también es momento de que despierte la conciencia de la comunidad auriverde. Aunque hay quienes se mueren por ver una pelea campal, con todo y de todas contra todas, lo mejor para la institución no está en el espectáculo, sino en la construcción de un proyecto sólido, estable y legítimo para la UAEMéx.
La comunidad universitaria no solo observa el avance de estas candidatas con atención, sino que también destaca algo poco común en estos procesos: la percepción de legalidad y justicia. Un amplio número de universitarios considera que este proceso de designación se ha llevado con limpieza, lo cual es un respiro.
No obstante, también es evidente la diferencia abismal entre las propuestas, trayectorias y capacidades de las seis contendientes. Y aquí es donde surge la posibilidad de una ruta más inteligente y menos desgastante: que el proceso se defina, como en todo buen ejercicio democrático, entre la aspirante más fuerte y la retadora más sólida, y que el resto de las candidatas decline con madurez, responsabilidad y visión institucional hacia una de esas dos opciones.
La universidad no necesita seis voces dispersas, sino dos propuestas claras y con respaldo suficiente para garantizar gobernabilidad y legitimidad. Forzar una competencia de seis, cuando solo dos concentran las verdaderas simpatías y el respaldo académico, sería condenar al proceso a una fragmentación que terminaría por restar fuerza a quien resulte ganadora.
Es momento de cerrar filas. O se está con la institución o se está con la disidencia. No hay lugar para ambigüedades. Quienes aman a la UAEMéx deben apostar por la estabilidad, por el diálogo, por la altura de miras. Porque más allá de nombres, simpatías o encuestas, lo importante es que la Universidad Autónoma del Estado de México salga de este proceso no solo con una nueva rectora, sino con una comunidad fortalecida, sólida y unida. Así como lo demanda la historia, la sociedad y el futuro del Estado de México.