Resulta indudable que la cultura del agua va de la mano con la cultura ambiental, esta última lleva consigo el compromiso de valorar y preservar los recursos ambientales, utilizándolos con responsabilidad en todas las actividades, bajo un esquema de desarrollo sustentable, además de transmitirlos como parte de su interacción social.
Debe existir un respeto por el medio ambiente y un compromiso de cada individuo hacia los demás, porque el agua que se desperdicia o se fuga, es la que le falta a otra persona. Debe existir la disciplina para usar sólo la que necesitamos y la responsabilidad para utilizarla correctamente y por último, debemos contar con la sabiduría para utilizar la tecnología encaminada a lograr que el agua contaminada sea otra vez agua limpia.
En muchas partes del mundo están padeciendo una grave escasez de agua, aproximadamente el 20 por ciento de los habitantes del planeta no tiene acceso al agua potable. En todo el mundo los fenómenos climáticos se están volviendo en extremo agresivos, se está presentando una disminución de la fertilidad de la tierra y aumentando su degradación; además, hay una contaminación masiva del aire que está poniendo en peligro los ecosistemas terrestres y acuáticos.
Más del 80 por ciento de los bosques del planeta están destruidos, una cuarta parte de las especies animales del mundo están en peligro de extinción y la diversidad biológica está desapareciendo a una velocidad alarmante, más de la mitad de los arrecifes de coral se ven amenazados por las actividades del hombre y la explotación excesiva de las especies marinas, es de tal magnitud, que es muy probable que no puedan recuperarse en forma rápida.
Por estos aspectos, hay que dar a conocer y hacer conciencia de la necesidad de conservar y mejorar el medio ambiente y los recursos hídricos, porque se busca una sociedad que pretenda que todas las personas disfruten de un futuro más próspero y seguro; sin embargo, lo único que hacemos es destruirlo.