Hoy suenan dos críticas fuertemente. El acopio de la ayuda en bodegas de los DIF municipales o estatales o áreas de gobierno como Desarrollo Social que supuestamente no llegan a manos de los damnificados del sismo del pasado 19 de septiembre, como si fuera un delito, pero pongámonos a pensar varios detalles: hoy hay tanta ayuda para la gente que perdió su casa que ellos mismos no tienen donde guardarla, están durmiendo en casas de campaña, al aire libre o a un lado de los escombros. Dónde queremos que tengan toda la ayuda? En la calle? En el Campo?Es obvio que hoy les podemos amontonar un costal de arroz, uno de frijol, otro de azúcar, bolsas de pan, un bulto de papel higiénico o bien, platos y platos de comida, pero a la larga solo terminará desperdiciándose esa ayuda si se queda a la intemperie en grandes cantidades.
Debemos de asegurarnos como pueblo de que los damnificados tengan todo lo necesario mientras dura la reconstrucción, por lo que es mejor irlo dosificando semana a semana, quizá si no nos gusta que lo haga el gobierno, tendremos que hacerlo nosotros, porque es claro que en este mes de septiembre y octubre, lloverá la ayuda, se lograrán juntar toneladas y toneladas de alimentos, de artículos de primera necesidad, de enlatados, pero a partir de noviembre, muchos darán por entendido que ya cooperaron y que el problema está resuelto.
Y no, no es así, a partir de noviembre cuando el susto haya pasado, la mayoría volverá a su rutina cotidiana del trabajo o de la escuela, pero los damnificados no tendrán resuelto su problema y se enfrentarán a la cruda realidad de que ya no hay acopio de víveres, que no hay gente corriendo a ayudarles, que no hay voluntad de mantenerlos.
Por eso urge pensar en un Plan Permanente de Solidaridad o un Proyecto de Solidaridad Permanente que garantice que se siga atendiendo la alimentación y salud de los que todavía no contarán con una casa o un lugar reconstruido para seguir su vida. La ayuda debe planearse mínimo para seis meses, pero pudiera prolongarse para un año.
La reconstrucción de las viviendas no puede ser ajena a la reconstrucción del tejido social con valores, y mucho menos sin la sustentabilidad alimentaria de las familias, en otras palabras, qué van a comer esas familias mientras les reconstruyen sus casas?
Esas familias que hoy sienten la solidaridad de todos, en unos cuantos meses sufrirán el abandono de todos; cuestión que no se puede permitir de ninguna manera, por eso hay que pensar a futuro en una propuesta más duradera donde cada tres meses se vaya revisando los avances de la reconstrucción y cada mes se vayan entregando una cantidad de casas que permitan al cabo de un año dar por reparado el daño causado por el siniestro del pasado 19 de septiembre.
Sé que un año suena muy largo, pero hay que considerar que son miles de casas las que se perdieron y no se van a edificar tan fácilmente en unos cuantos meses; posiblemente en el Estado de México sean menos que en la Ciudad de México o que en Puebla o Morelos, pero de todas maneras se llevará tiempo –también- porque no se trata de hacer las nuevas casas al aventón ni con prisas, porque a la larga se estaría entregando nuevamente un patrimonio endeble que en la próxima situación se vuelvan a caer.
La reconstrucción tiene que ser eficaz y perdurable. A eso aspiran los mexicanos y los mexiquenses. Ese debe ser el compromiso…