El pasado 4 de junio, pese al triunfo electoral legalizado, el PRI sufrió un descalabro político social importante, al haber perdido el 30% del apoyo con el que ganó el hoy gobernador saliente, Eruviel Ávila Villegas, quien rebasó los 3 millones de votos en 2011 y ahora el vencedor de la contienda tiene poco más de 2 millones de votos obtenidos en la contienda más cerrada que han vivido los mexiquenses.No obstante el triunfo de la estructura priísta y el acompañamiento de la autoridad electoral, el mensaje de la ciudadanía fue claro, se exige humildad. Humildad para reconocer que no van a ganar a ultranza, ‘pongan quien pongan’, que se debe reconocer el peso de la estructura, de los liderazgos regionales, del trabajo que hacen presidentes municipales, diputados y representantes de partido, de la comunicación constante y del cumplimiento de compromisos a cabalidad y no a medias.
Humildad para trabajar con todos los que ostentan la misma camiseta sin distingos ni privilegios a la hora de repartir el trabajo, y con el reconocimiento a quien verdaderamente haya sacado buenas cuentas en sus regiones.
Humildad para reconocer quienes son los verdaderos interlocutores sociales, que deben ser escuchados sean del partido que sean y tomar en cuenta los problemas que hasta el momento no han tenido atención y por lo tanto, no han tenido solución.
Humildad para reconocer que los resultados en el combate a la inseguridad no son los óptimos, que las acciones para reducir la pobreza no son los óptimos, que la atención hacia la ciudadanía no ha sido la adecuada, que la mayoría de las obras se han convertido en negocio de unos cuantos, antes de ser un servicio real hacia la población, para reconocer que los servicios de salud no son los óptimos, que no hay medicamentos ni médicos, ni enfermeras suficientes.
Humildad para aceptar que perdieron la fuerza que demostraron en el 2011 y 2012, que la aplanadora se quedó sin gasolina, que por simulación se estuvo a punto de perder un escaño nacional importante como lo es la gubernatura del Estado de México, que no fue suficiente la suma de todos los involucrados de renombre, que no fue suficiente el dinero, que se gastó más y se sacaron menos votos que en la pasada elección.
Humildad para reconocer que si siguen por el mismo camino en el 2018 van a perder por lo menos la mitad de los 125 municipios mexiquenses, entregando la mayoría de ellos a MORENA y sus aliados, porque efectivamente, después de estos resultados, MORENA va tener muchos aliados en la futura elección.
Humildad para vislumbrar que el Estado de México va ser el refugió de miles de priístas una vez que el sueño presidencial se termine muy posiblemente en el 2018 ante la falta de un candidato contundente en este momento en que las demás fuerzas políticas ya tienen caminado mucho trecho.
Pero es obvio que pedir humildad al PRI, es solo un grito en el desierto, un mensaje más que les manda la ciudadanía y que al no ser escuchado seguramente cobrará factura en el 2018.
PARA EL LIBRO AZUL… Hablando de humildad también le tocará al PAN reconocer que los malos resultados de la candidata Josefina Vázquez Mota no son únicamente por ella, sino por el escaso trabajo de algunos dirigente municipales y distritales, como es el caso de Toluca, donde pese a ser un bastión histórico del panismo, el comité municipal no supo qué hacer para conectar con la ciudadanía, y menos con la militancia.
En el reparto de culpas, también tendrían que aparecer diputados locales como Gerardo Pliego Santana, quien lleva dos años en el cargo trabajando para ser el futuro candidato a la presidencia municipal y no tuvo la estructura suficiente para impulsar al PAN en la capital mexiquense.
Las malas lenguas dicen que el PRI para poder ganarle a MORENA tuvo que convencer a una parte del PAN para que lo apoyará mediante el llamado ‘voto útil’. Será acaso que Gerardo Pliego y Genaro Martínez, del comité municipal optaron por impulsar también el voto útil? O cómo explicarían el escenario que se vivió en Toluca?