Nicolás Romero, Méx.- La solidaridad es uno de los valores que el capitalismo busca eliminar de las conciencias, para ello utiliza todos los medios posibles. La “inocente” propaganda cotidiana que enaltece el individualismo como modelo del éxito, es promovida para eliminar el espíritu de colectividad en las comunidades. La solidaridad, principio rector de la conducta de las clases populares, de los grupos con una fuerte identidad social y cultural, no es compatible con el tipo de personalidad acorde con la sociedad mercantil, sustentada en el irrefrenable consumismo incentivado por los dueños de las grandes empresas y reproducido a escalas menores por la pequeña burguesía, aterrorizada por la quiebra y el empobrecimiento acelerado por la competencia y la concentración de la riqueza en unas cuantas familias.
La lucha de los oprimidos contra los opresores, esfuerzo colectivo y dirigido por una teoría de vanguardia fomenta la conciencia de la solidaridad, el entendimiento claro, de que todos los trabajadores tenemos los mismos intereses y la misma causa, los mismos objetivos como clase, como personas que, con nuestro esfuerzo, sin explotar a nuestros hermanos, nos ganamos el pan de cada día.
Frente a la solidaridad se promueve la manipulada filantropía, que busca expiar las conciencias de los dueños del dinero y que no modifica en lo más mínimo el sufrimiento, porque no busca terminar con las raíces que generan la pobreza; la despiadada explotación y la injusta distribución de la riqueza.
Para el Movimiento Antorchista, la participación de los trabajadores en los movimientos sociales, es indispensable; si se requiere ejercer la defensa de sus derechos, la búsqueda de mejores condiciones de vida, la construcción de un mundo diferente, nada puede sustituir al pueblo, usurpar su lugar. Los cambios significativos, profundos, estructurales, las logran sólo los pueblos organizados, con la participación solidaria de cada uno de sus integrantes.
Los triunfos que se han logrado en Azotlán, una de las comunidades con los más elevados índices de marginalidad en el municipio de Nicolás Romero, en el Estado de México, son una muestra de ese pueblo que identifica sus problemas y la forma en que se deben resolver; con la unión y la lucha de los colonos y de todos aquellos que, sabiéndose pueblo, acuden al llamado de ayuda de los vecinos que intentan defender su patrimonio.
Así lo atestigua la señora María Estela Aguilar Jarquín, una de las fundadoras de la colonia, reconocida en la comunidad por su actitud de servicio y por su preocupación por el progreso y bienestar de todas las personas humildes de su localidad. En su testimonio, nos ofrece algunos elementos que demuestran que el Movimiento Antorchista tiene, al igual que ella, la tarea de luchar junto a los pobres de nuestro país, despertar sus conciencias, reconocer la condición de opresión en la que se encuentran todos los pobres de México y unificar los esfuerzos de todas las personas de buen corazón para transformar los horrores de la miseria.
“En el año 1994 –nos comenta doña Estela- nuestro asentamiento ya llevaba 18 años, y resulta que, en ese año, se presenta una persona diciendo que era apoderada de los dueños, de los Cordero, con la intención de desalojarnos si no le pagábamos a quinientos pesos el metro. Se nos hacía demasiado dinero, ya que somos pobres.
Entonces resulta que nos platicaron de la organización antorchista que se encontraba en la colonia Clara Córdova, allá estaban sus oficinas; nosotros nos reunimos más de ochenta colonos y fuimos a buscar a la dirigente de la organización, a la maestra Guadalupe Orona Díaz. Nos recibió y nos explicó que, si nosotros estábamos decididos a luchar, Antorcha nos apoyaría”.
“Y así le hicimos, empezamos la lucha; fue una lucha muy dura, ya que la apoderada venía con intenciones de desalojarnos y cuando quiso llevar a cabo el primer desalojo, todos, todos nos unimos y vinieron compañeros de otras colonias antorchistas, nos apoyaron y logramos parar los desalojos. De ahí aprendimos que solamente unidos y organizados, íbamos a lograr todo lo que la organización busca en las colonias”.
Desde la experiencia que ha tenido, luchando con la organización, ha comprendido que, lo que debe buscarse es, que cada colonia tenga lo necesario para vivir, espacios comunitarios, por ejemplo, el terreno para la lechería, para las instituciones educativas como la preparatoria, para el centro de salud como el que se inauguró en días pasados, para los espacios de recreación y esparcimiento como el campo de fútbol, y para para un centro comunitario donde se ofrezca cultura y talleres de superación a la comunidad.
Gracias a la lucha decidida de los vecinos de la colonia, se ganaron en total, nueve áreas que se conquistaron palmo a palmo, peleándoselas al apoderado y se pudo logar que quedaran plasmadas en el plano de regularización y con ello tener la seguridad de que esos espacios se respetarían; gracias a la lucha, también, el gobierno del Estado de ese entonces, se vio obligado a mandar al IMEVIS a que se nos hiciera el levantamiento del plano de regularización.
Actualmente, la colonia cuenta con: lechería, escuelas, desde preescolar hasta preparatoria, centro comunitario, con la nueva Unidad de Atención Integral, que dará servicios de salud, comedor comunitario y guardería para los hijos de las madres trabajadoras entre otros servicios, con varias áreas en donde aún hace falta acondicionar para que puedan ser utilizadas dignamente, como por ejemplo, el campo de fútbol, que requiere la introducción de maquinaria para su nivelación, porterías y gradas para los espectadores.
Ahora, ante el problema del servicio de agua potable, ya que es una comunidad donde este servicio está racionado, pues sólo lo reciben dos veces a la semana, la comunidad se propone luchar por un terreno para un pozo de agua o un tanque elevado que resuelva esta carencia. Para doña Estela, al igual que para miles de mexicanos, ha quedado claro que es el pueblo el que debe movilizarse para resolver sus dificultades, como bien lo expresa cuando afirma: “luchamos todavía porque vemos, que solamente unidos y organizados, podemos arrancarles a los malos gobiernos, lo que nos corresponde; un poquito de la riqueza que crean los mexicanos, en obras y servicios para nuestras comunidades.
Desde el momento en que la organización acudió al llamado de su colonia, decidió convertirse en antorchista y está orgullosa de serlo. Desde hace 26 años, se mantiene firme, comprometida con su comunidad y recomienda a todas las demás localidades, que, si quieren progreso y bienestar, deben de unirse y organizarse; sólo de esa manera, se abatirá el enorme rezago social y lo que es más importante, estarán logrando convencer cada día a más personas, que, para mantener permanentemente los logros, se debe luchar también, por transformar las condiciones económicas de nuestro país. El ejemplo de Azotlán es prueba de ello.