
La captura de Bryan Antonio García Luna, identificado como presunto jefe de plaza de La Familia Michoacana en la región sur del Estado de México, representa un golpe estratégico al crimen organizado en una zona históricamente disputada por distintos cárteles. De acuerdo con fuentes de seguridad, García Luna operaba principalmente en Ixtapan del Oro, Donato Guerra, Villa de Allende, Valle de Bravo y Santo Tomás de los Plátanos, municipios con relevancia geográfica tanto por sus corredores carreteros como por su cercanía con Michoacán, lo que convierte a esta franja en un punto neurálgico para el trasiego de droga, armas y dinero ilícito.
El detenido no solo coordinaba la distribución de droga al menudeo, sino que mantenía redes de secuestro, extorsión y cobro de piso que habían generado un ambiente de violencia y control sobre comerciantes, empresarios y prestadores de servicios turísticos en Valle de Bravo, uno de los municipios más importantes del Edomex por su atracción de visitantes nacionales y extranjeros. Su poder de operación era tal que se le atribuía la capacidad de movilizar grupos armados en cuestión de horas para ejecutar represalias contra rivales o incluso contra fuerzas de seguridad.
La detención, ocurrida tras una persecución que derivó en el aseguramiento de armas de alto poder, cartuchos útiles y estupefacientes, no fue producto del azar: obedeció a un trabajo de inteligencia conjunto entre autoridades federales y estatales. Este punto es clave, porque en otras ocasiones la falta de coordinación había permitido que líderes regionales de la delincuencia organizada se replegaran o escaparan de los operativos.
El hecho de que el gobierno de Delfina Gómez Álvarez, en el Estado de México, y el de Alfredo Ramírez Bedolla, en Michoacán, lograran alinear esfuerzos, envía un mensaje contundente: cuando se comparte información y se actúa con decisión, es posible desmontar piezas claves de estructuras criminales que durante años se consideraban intocables.
Sin embargo, el desafío es mayor: la captura de García Luna puede abrir una pugna interna en La Familia Michoacana, lo que podría traducirse en violencia inmediata en las comunidades donde mantenía su influencia. Además, la experiencia ha demostrado que cuando cae un líder regional, otros intentan ocupar el espacio, y ahí es donde la continuidad en la estrategia de seguridad será determinante.
Lo positivo es que la acción demuestra que la coordinación intergubernamental no solo es posible, sino eficaz. El reto ahora es sostener el pulso: mantener la presencia operativa, reforzar la seguridad en los municipios clave y, sobre todo, acompañar los golpes policiacos con políticas sociales y económicas que disminuyan el caldo de cultivo del crimen organizado.