La dupla Sheinbaum-Delfina y su efecto en Edomex

El primer informe de Claudia Sheinbaum no solo fue un recuento de cifras y reformas. Fue, sobre todo, la consolidación de un mensaje político: la Cuarta Transformación no se detiene, se profundiza. A un año de haber asumido la Presidencia, el balance es claro: estabilidad económica, reducción de la pobreza y avances en materia de derechos sociales. Sin embargo, detrás del discurso nacional, emerge un punto neurálgico para su proyecto: la estrecha relación con el Estado de México.

La gobernadora Delfina Gómez y Sheinbaum han tejido una mancuerna inédita. Por primera vez, los dos territorios más poblados del país, Ciudad de México y Edomex, comparten un mismo eje político e ideológico. Esto no es menor: juntas concentran la mayor parte de la actividad económica, social y electoral de México.

En ese contexto surge el Plan Oriente, un proyecto que se ha convertido en punta de lanza del gobierno federal en la región más desigual y rezagada del Valle de México. Modernización vial, acceso al agua, transporte público eficiente y vivienda digna forman parte de una estrategia que busca saldar una deuda histórica con millones de mexiquenses que, durante décadas, fueron relegados por gobiernos priistas y panistas.

Sheinbaum lo entiende bien: garantizar movilidad, servicios básicos y oportunidades en municipios como Nezahualcóyotl, Chimalhuacán, Ixtapaluca y Texcoco es más que política pública; es una apuesta de legitimidad. El Plan Oriente no solo transforma realidades locales, sino que envía un mensaje: la 4T tiene rostro mexiquense y metropolitano.

A diferencia de administraciones pasadas, la relación federación–Estado de México no es de conveniencia electoral ni de subordinación burocrática. Es una alianza política y programática. Delfina Gómez aporta cercanía social y arraigo popular; Sheinbaum, visión metropolitana y capacidad de gestión nacional. Juntas han hecho de la región oriente el laboratorio más ambicioso de la transformación.

Claro, el reto no está superado. La inseguridad, el rezago urbano y la presión migratoria hacia la capital son desafíos latentes. Pero en este primer año queda claro que, más allá de discursos y cifras, la apuesta de Claudia Sheinbaum tiene nombre y apellido: Estado de México.

Si el Plan Oriente logra convertirse en modelo de desarrollo equitativo, el legado de la presidenta no solo será nacional: tendrá un corazón mexiquense que marcará la historia política del país.